martes, 5 de mayo de 2009

Una casualidad como otra cualquiera

Que sí chica, que sí, que la cosa es como te la cuento.

Que íbamos mi amiga y yo, las dos con el traje de faralaes, tan pimpantes, hacia la feria de abril, y va y en esas, que nos dimos (las dos a la vez ¡no veas tú que risas!) un tropezón de esos tontos, ¡vamos! de los que una da, de vez en cuando, en esta vida, y con aquello del ¡ay que me agarro para no caerme! mío, y el ¡ay que yo también me agarro a tí, para no caerme yo!, pues que nos enredamos la una con la otra, nos tropezamos (de nuevo las dos a la vez, ¡no veas otra vez que risas!) la una con la falda de la otra, y así, y sin darnos cuenta, terminamos (las dos a la vez, ¡¡unas risas!!) en pelota picada, pues el enganchón fue tal, ¡que hasta el tanga perdimos!, agarradas a un chico monísimo que pasaba por allí, y que menos mal que nos sujetó, y que gracias a eso que no nos caímos al suelo.

Lo que pasa, es que. un fotógrafo que pasaba por allí, va y nos hizo una foto, justo cuando él nos sujetaba.


¡¡Que te lo juro tía, que todo fue una casualidad tonta de esas que pasan en esta vida, y que aunque íbamos las dos, vestidas de faralaes, en la foto hemos salido completamente desnudas!!